Los alimentos están impregnados de productos químicos y dejan una severa huella de CO2.
El camino que nos ha llevado a esta situación (en la que los comestibles tienen pocos nutrientes, se transportan desde lejos, y dejan una severa huella de CO2) es largo y complicado. Podemos simplificar y mejorar esta situación. En España, la agricultura andaluza está en posición de liderar la Cuarta Revolución Agrícola.
Dada la larga historia de cultivos, muchos jardines andaluces acaban funcionando más como un desague que como una esponja para el agua y los nutrientes. Gran parte del terreno es arado en exceso e impregnado de fertilizantes artificiales, o no sembrados en absoluto por sequías y por la facilidad de comprar la comida necesaria en los supermercados, aunque los productos no provengan del mercado local.
¿Qué estamos haciendo al respecto?
Demostrar con hechos
Es en nuestro jardín donde demostramos cómo pequeñas alteraciones (como plantar en curvas de nivel en lugar de en línea recta), pueden mejorar dramáticamente la tierra cultivada. Nuestro jardín es un proyecto piloto de éxito que modela el resto de nuestro plan agroforestal.
En nuestro jardín se pueden observar los mismos patrones de cultivo que en nuestro bosque comestible. Los parterres hundidos permiten añadir y mantener la materia orgánica de forma constante, estación tras estación, restaurando el terreno e incrementando su capacidad de mantener el agua.
Agenda de plantación
Algunas plantas van directamente al jardín y otras utilizan el invernadero para madurar.
Trasplantar algunas especies previene que las malas hierbas consuman los recursos naturales de suelo sano. En lugar de regar toda una zona del jardín, cuidamos de las plantas individual y selectivamente, ofreciendo protección del viento, las temperaturas extremas y otras amenazas climáticas.
Alimento sin resíduos
El jadrín provee alimento ecológico a la cocina de Suryalila y genera materia orgánica para nuestro compost, el cual permite que retornen los nutrientes al terreno. Nuestra prioridad es cultivar productos de alto valor que crecen bien en nuestro clima y que son difíciles de conseguir en el mercado orgánico local. Esto provee a nuestra cocina de una gran variedad de texturas y sabores, y establece una relación con nuestros proveedores locales, quienes nos proveen con aquello que no estamos cultivando nosotros mismos.