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El desierto llega a Europa: el suelo y el agua son nuestra primera línea de defensa.

Debido a las sequías, las altas temperaturas y los métodos de agricultura industrial insostenibles, muchos terrenos que antes eran fértiles en Andalucía son ahora desiertos. El nivel de destrucción de este desastre natural amenaza la subsistencia de miles de personas.

Los incendios agravan la ya avanzada erosión de los suelos y aceleran el proceso de desertificación. En 2015, 12.650 hectáreas de bosque fueron víctimas de incendios y la media de erosión del suelo es significativamente más alta que en el resto de España.

La localización geográfica de Andalucía la vuelve particularmente vulnerable al cambio climático y, con el terreno degradándose activa y rápidamente, los granjeros locales no ven forma de cultivar sus productos de forma sostenible y rentable.

¿Qué estamos haciendo al respecto?

 

 

Devolver la biodiversidad al paisaje

Un suelo sano tiene vida abundante. Es su propio ecosistema que crea un efecto esponja que permite que el agua se almacene internamente. El nivel de materia orgánica en el suelo determina su fertilidad y su capacidad de capturar el agua. Las especies microscópicas tales como bacterias, hongos, fermentadores, protozoos, actinomicetos, algas y nematodos, todos ellos crean relaciones beneficiosas con las raíces de las plantas, ayudándolas a acceder a los nutrientes que necesitan. Esto ayuda al ciclo de agua, a los movimientos de aire en el terreno y permite el control de enfermedades en las plantas.

Si el suelo está muerto, dependemos de la química para producir cultivos. Si es suelo está vivo, dependemos de la biología. Éste es nuestro objetivo.

Nuestros voluntarios siembran microbios todos los días. Maximizamos nuestros recursos biológicos creando un extracto de nuestro compost que se mezcla con agua y se pulveriza, inoculando el suelo con vida microscópica, acelerando el proceso de regeneración y fomentando el crecimiento orgánico.

Nuestros aseos de “humabono” convierten los desechos humanos en un fertilizante para el terreno. También tenemos una buena población de abejas polinizando el jardín. Todos estos sistemas combinados devuelven la biodiversidad al ecosistema.

 

Incrementar la fijación de carbono

Es la hora de una Cuarta Revolución Agrícola y queremos ser parte de ella. Estamos replantando la pradera, priorizando plantas de cubierta para proteger al suelo y cuidar la multitud de flora y fauna andaluza.

Contamos con nuestros fuertes árboles pioneros (¡hemos plantado 4900!) para fotosintetizar. Además de su capacidad para proveer sombra, resisten la erosión y crean microclimas que albergan vida. Por último, los pioneros que hemos seleccionado son muy duros y pueden sobrevivir nuestras condiciones desérticas mientras alimentan a la fauna local.

Según los árboles vayan creciendo, requerirán más recursos. Después del primer año, nuestro equipo de voluntarios podará los árboles para acelerar el proceso natural de crear capas de materia orgánica en el terreno, administrando los ratios de árboles machos y hembras y permitiendo que el sistema se vuelva auto-sostenible.

Crear microclimas y defendernos de la erosión

Los microclimas se establecen a base de plantar un diverso grupo de especies donde se producen sombras que permitan prosperar a los microorganismos del terreno. Un gran indicador de éxito es comprobar el terreno para ver si hay gusanos e insectos.

Las plantas juegan un rol muy importante en mantener el agua limpia y saludable. La mitad del agua utilizada en paisajes con cultivo se pierde por evaporación, evacuación, o infiltración más allá del nivel de las raíces.

Una cantidad sustancial de cubierta gracias a nuestros árboles pioneros reducirá el riesgo de que la capa superficial de suelo se pierda a causa de los fuertes vientos o las lluvias.